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Los campos de radiofrecuencia (100 kHz - 300 GHz) se generan a partir de una gran variedad de fuentes, como las redes de radiodifusión, de telefonía móvil e inalámbricas.
Globalmente, los estudios epidemiológicos sobre la exposición a CEM de RF no muestran un aumento del riesgo de tumores cerebrales. Tampoco se observa un aumento del riesgo de padecer otros tipos de cáncer en la zona de la cabeza y el cuello. Algunos estudios han sugerido un posible aumento del riesgo de glioma y neuroma acústico en usuarios frecuentes de teléfonos móviles. Los resultados de estudios de cohortes y tendencias temporales de incidencia no indican un mayor riesgo de glioma. La posibilidad de una relación con el neuroma acústico aún no se ha descartado. Los estudios epidemiológicos no indican un aumento del riesgo de desarrollar otros tipos de cáncer, incluido el cáncer infantil.
Desde la aprobación del anterior dictamen se ha publicado un gran número de estudios in vitro. La mayoría de los estudios no registraron efectos, ni genotóxicos ni de otra índole, a niveles de exposición por debajo de los límites. La hipótesis formulada en estudios anteriores de que la exposición a RF puede afectar a la actividad cerebral, como reflejan los cambios en los EEG durante la vigilia y el sueño, ha sido corroborada por los resultados de estudios más recientes. Sin embargo, dadas las diferencias en cuanto a los campos aplicados, la duración de la exposición, el número de variables examinadas y los métodos estadísticos, resulta difícil extraer conclusiones sólidas. Los estudios sobre las funciones cognitivas humanas no son coherentes. La relevancia biológica de las pequeñas alteraciones fisiológicas registradas en los EEG aún no está clara, y no se ha conseguido ofrecer una explicación mecanicista.
En la actualidad, un volumen considerable de pruebas experimentales indican que la exposición a RF no provoca los síntomas que describen los pacientes y que se conocen como “hipersensibilidad electromagnética”, al menos a corto plazo. Se necesitan estudios de observación adicionales para determinar si la exposición a largo plazo podría conllevar síntomas, pero las pruebas disponibles hasta el momento apuntan a que no existe un efecto causal.
Los estudios con humanos sobre enfermedades y síntomas neurológicos no han encontrado efectos, o estos no son coherentes.
Los campos de frecuencia intermedia (FI), (300 Hz - 100 kHz) tienen su origen en fuentes como los ordenadores, las placas de inducción, las bombillas fluorescentes compactas y los dispositivos antirrobo.
La exposición a los campos de FI en el ámbito laboral es en algunos casos muy superior a la exposición de la población en general. Sin embargo, se han publicado muy pocos estudios sobre los campos de FI y los riesgos para la salud, tanto de la población general como en entornos laborales, y los datos todavía son demasiado limitados para evaluar adecuadamente los riesgos.
Dada la creciente exposición a campos de FI en el ámbito laboral, por ejemplo en comercios y en determinadas industrias, investigar esta cuestión debe ser una prioridad.
Los campos de frecuencia extremadamente baja (FEB) (por debajo de 300 kHz) tienen su origen en fuentes como las líneas eléctricas y los electrodomésticos. Los estudios realizados con voluntarios sobre los posibles efectos de la exposición a CM de FEB para la actividad cerebral son demasiado heterogéneos en cuanto a los campos aplicados, la duración de la exposición, el número de variables examinadas y los métodos estadísticos como para extraer una conclusión sólida. Lo mismo ocurre con los resultados sobre efectos conductuales y excitabilidad cortical.
Los nuevos estudios epidemiológicos concuerdan con los hallazgos anteriores de un aumento del riesgo de leucemia en niños cuyos niveles estimados de exposición media diaria superan los 0,3 - 0,4 µT. Desde los últimos dictámenes no se ha conseguido identificar los mecanismos ni corroborar los hallazgos a través de estudios experimentales, lo que, junto con las deficiencias de los estudios epidemiológicos, impide una interpretación causal.
Desde la aprobación del anterior dictamen, solo se han publicado unos pocos estudios epidemiológicos nuevos sobre enfermedades neurodegenerativas. Dichos estudios no confirman la conclusión previa de que la exposición a campos magnéticos de FEB podría aumentar el riesgo de desarrollar Alzheimer o cualquier otra enfermedad neurodegenerativa o demencia.
Los campos magnéticos estáticos tienen su origen en fuentes como los imanes permanentes o las corrientes eléctricas continuas.
En conjunto, los nuevos hallazgos publicados no contradicen la evaluación de riesgos de la exposición a SMF que figuraba en el dictamen anterior. Globalmente, no existen pruebas sólidas de que la exposición a corto plazo a campos de hasta varios teslas tenga efectos adversos duraderos para la salud.
Los pocos estudios disponibles sobre la exposición combinada a distintos CEM no proporcionan pruebas suficientes para la evaluación de los riesgos.
En el dictamen de 2009 se llegó a la conclusión de que las pruebas de algunos estudios in vivo parecían indicar que en caso de exposición conjunta, los campos de FEB podrían actuar como cocarcinógenos, si bien no había pruebas de que los campos de RF actuasen de manera similar. Los resultados publicados desde entonces indican que la exposición conjunta a FEB o RF con varios agentes químicos o físicos puede efectivamente provocar tanto un aumento como una disminución de sus efectos, pero dada la escasez de estudios disponibles y la gran variedad de protocolos aprobados, actualmente no es posible evaluar estos riesgos.
Los capítulos 3.14 y 3.15 del dictamen contienen una serie de recomendaciones en materia de investigación por orden prioritario, así como orientaciones metodológicas para el diseño de los experimentos y requisitos mínimos para garantizar la calidad y utilidad de los datos para la evaluación de riesgos.
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