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Algunas personas atribuyen síntomas no específicos, como dolores de cabeza, náuseas, mareos, cansancio e irritaciones cutáneas a la exposición a campos electromagnéticos. Estos casos han despertado preocupaciones sobre si hay personas más sensibles a los CEM que otras. Este tipo de síntomas que describen los pacientes se denominan colectivamente “intolerancia ambiental idiopática atribuida a campos electromagnéticos” (IEI-EMF, por sus siglas en inglés), o también “hipersensibilidad electromagnética” (EHS, por sus siglas en inglés). Los síntomas presentados pueden llegar a ser lo suficientemente graves como para afectar seriamente al bienestar del paciente. Aunque estas inquietudes son legítimas, los estudios realizados desde el dictamen previo (unos 15 revisados) respaldan las pruebas anteriores de que la exposición a RF no provoca síntomas, al menos a corto plazo. Se necesitan estudios de observación adicionales para determinar si la exposición a largo plazo podría conllevar síntomas, pero las pruebas disponibles hasta el momento apuntan a que no existe un efecto causal.
Respecto a los síntomas provocados por la exposición a campos de RF a corto plazo (medida en minutos u horas), la coherencia de los resultados de múltiples experimentos de doble ciego aporta pruebas contundentes de que los campos de RF no causan tales efectos. En cuanto a los síntomas asociados a una exposición a más largo plazo (días o meses), las pruebas aportadas por los estudios de observación coinciden en líneas generales pero presentan lagunas, especialmente en lo tocante al control objetivo de la exposición. Las pruebas actuales apuntan a que la exposición a campos de RF no produce ningún efecto.
Aun cuando los pacientes describen con precisión su exposición a RF, resulta difícil determinar si cualquier relación con los síntomas se deriva de la propia exposición a RF o es consecuencia de un efecto “nocebo” (efecto placebo negativo) por el que la preocupación del participante por la exposición basta para provocar los síntomas.
Las personas que saben que están expuestas a campos de RF (por ejemplo porque utilizan un teléfono móvil o viven cerca de una torre de transmisión) tienden a describir más síntomas, mientras que en las pruebas de provocación de doble ciego, en que los sujetos no saben si se exponen a dichos campos, no se ha detectado una relación sólida entre los campos de radiofrecuencia y los síntomas.
En realidad, no existe ninguna prueba científica de que los seres humanos (ya sean los llamados grupos sensibles o los grupos de control sanos) puedan percibir los campos de radiofrecuencia con más precisión de lo que cabría esperar por azar.
Como los teléfonos móviles están en contacto con la cabeza, existe la preocupación de que puedan afectar al cerebro.
Los estudios sobre los posibles efectos de la exposición a RF en las funciones cerebrales de los seres humanos (como el sueño, la cognición, el flujo sanguíneo y los cambios en la oxigenación) han obtenido resultados dispares. Los estudios realizados son difíciles de comparar entre sí, y por lo tanto los efectos observados no se han reproducido adecuadamente. Algunos estudios indican que los efectos podrían variar con la edad y el sexo; no se sabe si los individuos con problemas de salud preexistentes pueden verse afectados de manera diferente. La mayoría de los estudios recientes han confirmado los efectos de la exposición a RF en los electroencefalogramas (EEG). También se han observado efectos en los EEG de sueño, pero aún no hay pruebas concluyentes. Varios de los estudios recientes sobre los efectos de la RF en el aprendizaje espacial, la memoria y el comportamiento indican la presencia de efectos a niveles de campo bajos, pero sigue habiendo importantes interrogantes sobre los protocolos experimentales. En la actualidad no se pueden obtener pruebas concluyentes.
Se han examinado varios efectos diferentes en estudios experimentales con ratones y ratas. Globalmente, las observaciones son contradictorias, y aparecen sobre todo a niveles muy por encima de los valores indicados en las directrices. Uno de estos efectos es el potencial de alterar la barrera hematoencefálica. Los estudios recientes no muestran ningún efecto derivado de la exposición a RF, y varios de los estudios se han realizado de tal manera que su pertinencia para la evaluación de riesgos es cuestionable.
En general, en lo que respecta a los trastornos neurológicos y las funciones cognitivas, la locomoción y el aumento del riesgo de desarrollar Alzheimer, no hay pruebas de que la exposición a RF a través del uso de teléfonos móviles tenga efectos para la salud.
Muchos estudios extensos y rigurosos han investigado los posibles efectos de los campos de RF en el desarrollo de animales como mamíferos y aves, y se ha demostrado claramente que los campos de RF pueden causar defectos congénitos cuando el nivel de exposición es considerablemente superior al establecido en las directrices de seguridad y, por lo tanto, lo suficientemente alto como para elevar considerablemente la temperatura de los tejidos. No se han encontrado pruebas sólidas de efectos a niveles de exposición que no provocan un calentamiento significativo de los tejidos. No se observaron efectos significativos derivados de una exposición prácticamente continua, de por vida, a lo largo de cuatro generaciones de ratones. Estudios epidemiológicos más recientes no han revelado una relación entre la exposición a RF y el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades neurológicas o efectos reproductivos; los efectos sobre los fetos derivados del uso de teléfonos móviles por parte de las madres durante el embarazo no se consideran plausibles debido al bajo nivel de exposición. Los datos disponibles no proporcionan pruebas claras de efectos adversos consistentes sobre la calidad del semen.
El anterior dictamen del SCENIHR (2009) concluyó que la exposición a campos de RF a niveles no térmicos no repercute negativamente en la reproducción y el desarrollo. Tras la inclusión de nuevos datos sobre humanos y animales, esta afirmación sigue siendo válida.
Actualmente no existen indicios fundados de ningún otro efecto para la salud.
La utilización generalizada de teléfonos móviles por parte de los niños ha suscitado preocupaciones sobre cómo pueden verse afectados por las señales de radio. Algunas personas temen que los niños puedan ser más vulnerables que los adultos porque su sistema nervioso todavía se está desarrollando, la conductividad de su tejido cerebral es mayor y su cabeza podría absorber más energía de los teléfonos móviles. Asimismo, la exposición de por vida de las personas que utilizan teléfonos móviles desde niños será mayor que la de quienes empiezan a utilizarlos de adultos. Además, los niños también pueden verse expuestos a través de otras fuentes, como los dispositivos vigilabebés. Son pocos los estudios que han examinado los posibles efectos de las señales de radio sobre los niños, y sigue siendo difícil hacer una extrapolación a partir de los estudios con adultos. En general, las pruebas actuales no indican que los niños sean más vulnerables a los CEM de RF. Sin embargo, la edad puede influir en la SAR local del cerebro debido a la diferencia de tamaño de la cabeza, así como de tejidos específicos (p. ej. la médula ósea del cráneo) como consecuencia de la variación de las propiedades dieléctricas con el paso de los años.
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